viernes, 15 de julio de 2011

EL LIDERAZGO DEL PROFESOR UNIVERSITARIO COMO RESPUESTA A LOS CAMBIOS DEL SIGLO XXI.

                                                                       
                                                             
 


Dorys Sabando Rojas,  marzo del 2011.










El mejoramiento constante en la tarea educativa surge del interior del profesor, en el salón de clases, con cada alumno, diariamente se mejora el proceso de enseñanza y aprendizaje con innovación”. Molinar y Velásquez (2005, p.53)



1.      INTRODUCCION

            Los sistemas de educación superior en todo el mundo, se encuentran enfrentando la complejidad provocada por la  permanente, acelerada e incierta  transformación social, que les ha llevado a emprender profundas  reestructuraciones para poder cumplir con sus principales funciones, las cuales están fuertemente vinculadas  con el bienestar económico  y la cohesión social de cada país, conformando un factor clave para la calidad de vida, la competitividad y el desarrollo cultural y económico de los estados. Este acelerado desarrollo, sumado a la  gran diversificación de la demanda universitaria producto de la ampliación de los ámbitos del conocimiento,  exige  cada vez más un aumento en la calidad de la educación que se imparte  en los centros de Educación Superior, ante la necesidad  de otorgar una mayor preparación a las personas para que puedan llevar a cabo un trabajo más eficiente en un contexto cada vez más exigente, especializado y competitivo.
            Durante los últimos veinte años, esta preocupación por la calidad, eficiencia, productividad se ha visto reflejado en las acciones que los distintos países han desarrollado, entre las que encontramos  la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI de la UNESCO (1998),   la aparición del Espacio Europeo de Educación Superior (1999),  La Declaración de Salamanca (2001), Propuesta Tuning para América Latina (2004), son algunos de los ejemplos de las reformas con las que se espera responder a las demandas de una sociedad globalizada.
            Sin embargo, para las Universidades en general no ha sido fácil incorporar estos cambios en sus políticas, estructuras y actuación, asentadas durante siglos, cuidando además de no perder su identidad y el sentido al cual deben su existencia.
            Podríamos señalar que nos encontramos en una época de profundas reformas de la educación universitaria, en la que el rol del profesor universitario cumple un papel fundamental  en estos procesos de cambio.
            En el siguiente artículo, analizaremos el liderazgo que ejerce el profesor universitario y su importancia en estos procesos de cambio, así como también la  implicancia que tiene en la formación de los estudiantes, a nivel académico y personal, permitiendo la trascendencia hacia la vida futura de los alumnos.
            Revisaremos algunos conceptos claves relacionados con el tema del liderazgo, para posteriormente, relacionarlos con la práctica docente universitaria  y la formación en la educación superior.
            El análisis que se plantea en este documento, intenta promover la reflexión acerca del liderazgo que ejercemos como docentes, cómo lo estamos llevando a cabo, y generar una invitación a profundizar en un tema que ha permanecido subyugado  ante la imponente fuerza del paradigma patriarcal academicista que ha  imperado por años en la educación superior.


1.1       ABSTRACT

            Higher education systems around the world are confronting the complexity caused by the ongoing rapid and uncertain social transformation, which has led them to undertake major restructuring in order to fulfill its main functions, which are strongly linked to welfare economic and social cohesion in each country, forming a key factor for the quality of life, competitiveness and cultural and economic development of states. This rapid development, coupled with the great diversification of university demand resulting from the expansion of the areas of knowledge, increasingly requires an increase in the quality of education provided in schools of higher education, given the need to provide greater training to people so they can perform work more efficiently in an increasingly demanding,specialized..and..competitive
..context.
            During the last twenty years, this concern for quality, efficiency, productivity has been reflected in the actions that different countries have developed, between which are the World Declaration on Higher Education in the Twenty-first Century UNESCO (1998) The EEES (1999), The Salamanca Statement (2001), Proposal Tuning Latin America (2004), are some examples of reforms that are expected to meet the demands of a society
globalized.
            However, for universities in general has not been easy to incorporate these changes into their policies, structures and performance, settled for centuries, besides taking care not to lose their identity and sense of which owe their existence.
            We could say that we are in a time of drastic reforms of university education, in which the role of university teacher plays a key role in these processes of change.
The following paper will analyze the leadership exercised by the professor and their importance in these processes of change, as well as the implications it has on the education of students, academic and personal level, allowing the importance to the future life
students.
            Review some key concepts related to the theme of leadership, and then, relate to the practice of university teaching and training in higher education.
The analysis proposed in this document, seeks to promote reflection on the leadership role as teachers, how we're performing, and generate an invitation to go deeply into a subject that has been subjugated to the awesome power of the patriarchal paradigm of the academy has prevailed for years in higher education.




1.2  LIDERAZGO DEL DOCENTE UNIVERSITARIO

            Parece poco creíble, pero el liderazgo del docente es un tema para algunos poco dominado, para otros indiferente o desvalorizado en cuanto a los importantes beneficios que puede generar para el logro de metas comunes y para otros simplemente poco conocido. La gestión en educación, es un tema muy manejado por todos los que trabajan en docencia, sin embargo, pareciera no estar así de claro el tema del liderazgo del profesor en los procesos educativos, pues existe desconocimiento y falta de conciencia de las funciones que debe asumir el docente como líder de personas con diversos intereses, a las cuales debe encaminar e incentivar hacia un máximo de implicación en un proyecto de futuro tanto individual, como  compartido por la institución universitaria a la que pertenecen, que es la de la formación del alumnado como persona, ciudadano y  profesional.
            El liderazgo es  indispensable cuando se necesita alcanzar metas de calidad, pero por desconocimiento,  ha sido atribuido  muchas veces,  sólo a personas que ocupan cargos directivos o gerenciales y también se le ha relacionado ancestralmente al concepto del poder y de dominio del otro, por lo que  pocos son los docentes que sacan provecho de este ejercicio para la mejora de los procesos de enseñanza.
            Al hablar de liderazgo del profesor universitario, nos referimos al docente como un líder ante el alumnado,  pero también como un líder a nivel institucional, ante sus pares y profesionales que trabajan en la institución. De hecho, para que se realice una buena gestión a nivel organizacional, se precisa  contar con la colaboración de buenos líderes en los distintos niveles de ésta, capaces de tomar decisiones  y solucionar los conflictos que puedan ir apareciendo en el camino.



2.1       DEFINICION DE LIDERAZGO


            El liderazgo, entendido como la capacidad de “influir en la conducta de los demás potenciando los objetivos particulares de las personas que colaboran con la organización y los del grupo en su conjunto”  (Antúnez 2000, citado en Mentado, s.f.),  se puede desarrollar dentro de las dimensiones del poder, de la autoridad y de la influencia, según sean las características de la persona que ejerza el liderazgo y el estilo que utilice. Cuando es ejercido en espacios de poder, se exige un alto nivel de seguimiento de normas impuestas y de obediencia por parte de los subordinados a sus jefes. La dimensión de autoridad, se puede manifestar de dos formas según Alvarez (2001, p.4.), como liderazgo institucional,  cuando la persona es elegida o nombrada  por los miembros de la organización por su facultad para representar y dirigir formalmente a la institución, o como liderazgo profesional, ejercido por la persona que es elegida por los miembros de la institución, que demuestra mayores conocimientos, experiencia y capacidad para dirigir procesos ya sea formal o informalmente. Y por último, está el espacio de la influencia, en que el liderazgo  es ejercido formal o informalmente, con una gran fuerza de atracción e implicación de sus seguidores, sin necesidad de imposición ni coacción.
            Por otra parte, es necesario saber que cualquier persona puede llegar a ser un líder, así como también puede facilitar en otros las habilidades de liderazgo, ya que ésta es una habilidad que se puede aprender siempre y cuando existan las actitudes, el conocimiento necesario y la motivación por ejercer este rol, lo que se contrapone a algunos mitos que existen en este tema respecto a la necesidad de poseer ciertas condiciones innatas que muy pocos poseen  para ser un líder y  que es un rol que se cumple sólo en puestos superiores. Sin embargo, a pesar de que todos las personas poseemos esta capacidad en potencia, desarrollar el liderazgo no es una tarea sencilla, pues requiere de la capacidad de transformar a las personas y servir como fuente de inspiración para promover cambios en ellas, lo que debe comenzar primero por un profundo conocimiento personal, para alcanzar la coherencia y credibilidad fundamentales y lograr influir en la conducta de los demás, posteriormente.


2.2       ESTILOS DE LIDERAZGO


            Si bien la forma en cómo los líderes dirigen a sus seguidores, se puede llevar a una clasificación, no existe un estilo  mejor o peor que otro, sino que dependerá del grado de adecuación a la situación del grupo, a la cultura organizacional, las características de los seguidores y la relación que el líder establece con ellos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, de acuerdo a las características de la sociedad actual, en la que se promueven las relaciones dialógicas por sobre las hegemónicas y la participación por sobre la pasividad, se privilegian aquellos estilos que facilitan una mayor participación del grupo, en la toma de decisiones de la organización.

Molinar y Velázquez (2005, p. 21) nos proponen un resumen de la propuesta de Levicki (2000) que facilita la distinción entre los diferentes estilos de liderazgo:

  • Liderazgo autocrático, centrado en sí mismo, dominante, dirige desde el centro. Envía las respuestas desde su cargo, no consulta. El líder define los roles y les dice a las personas qué hacer, cómo y cuándo.
  • Tolerante: Deja que las personas resuelvan los conflictos. Rara vez se involucra. Participa poco. La función  principal es facilitar y comunicar.
  •  
  • Líder democrático: participativo, conoce la respuesta, hace que las personas se sientan confiadas en su tarea y dignas de confianza. Sí consulta a los demás. Tiene un comportamiento directivo y de apoyo a la vez.
  • Líder paternalista: Resuelve los problemas de los demás. Casi no permite la consulta. Brinda poca dirección y apoyo.
            A pesar de que en la literatura encontraremos una variedad de clasificaciones, tomaremos esta sólo para introducir la idea de la existencia de distintas  tendencias con que se lleva a cabo el liderazgo.
            Se debe considerar que estos estilos pueden ser más predominantes en algunas situaciones o en algunos líderes más que en otros, lo importante es reconocernos en alguno e identificarlos para poder utilizarlos en forma pertinente al contexto y a las características de los seguidores.

2.3       CARACTERISTICAS DE UN LIDER EFICAZ
            Existen características que son compartidas por diversos autores, en relación al ejercicio del liderazgo de manera que permita el logro de mejores resultados entre sus seguidores, sin embargo la más relevante de todas es el SER. Un líder eficaz debiera vivir en coherencia con los valores éticos que promueve, los que debieran estar en concordancia con el deber ser, a través del uso de su libertad, inteligencia y voluntad para actuar. En la medida en que exista mayor grado de concordancia entre su decir y actuar, mayor será la veracidad y la credibilidad reflejada y por ende la confianza que inspirará en quienes lo siguen.   Por otra parte, están los aspectos que conforman su personalidad, como las habilidades de interacción, comunicación, influencia, firmeza en sus convicciones, desarrollo de la personalidad.
            Algunos autores han definido esta capacidad como el “autoliderazgo” (Leider, 1996. p.220) que correspondería al “carácter que cada persona aporta al papel del liderazgo” y que está relacionada con sus valores, actitudes, el propósito personal, la posibilidad de elegir, la valentía  para asumir riesgos,  además de la capacidad para reconocer las debilidades, para reinventarse, para autocuidarse, que conforman según este autor, “la esencia del liderazgo”.
De acuerdo a Molinar y Velázquez  (2005), las habilidades que un líder debiera poseer son:
Capacidad de ser proactivo, es decir tener iniciativa y asumir las responsabilidades de sus actos, para lo cual se necesita de una gran confianza en sí mismo y motivación, para concretar sus proyectos.
Capacidad de crear el futuro, estimulando a las personas para visualizar las metas que se propongan, de manera que sirvan de inspiración y conduzcan sus acciones presentes apuntando hacia el futuro.
Capacidad de motivar a los demás, de persuadirlos en el logro de sus objetivos.
Capacidad de desarrollar relaciones humanas, utilizando sus habilidades para comunicar sus conocimientos, ideas y experiencia. Para lograr establecer relaciones favorables y provechosas, el líder debe ser visto como una persona íntegra y confiable.
            Como podemos ver, todos poseemos un potencial para liderar, mientras permanezcamos  dentro de una organización (cualquiera sea su naturaleza), encontraremos espacios para aprender del liderazgo, pues este se da de forma natural en las interacciones humanas. Sin embargo cumplir con este papel, no es algo tan sencillo, pues el perfil de un líder se enmarca dentro de los parámetros de una persona que posee  altos grados de inteligencia emocional, pues no basta con gozar de popularidad, ni contar con un cargo que otorgue jerarquía en sí mismo, ni con ser un experto en alguna disciplina, sino que quienes lideran deben contar con recursos y herramientas que le permitan primero un cierto grado de equilibrio emocional interno, el cual se verá reflejado en todas sus actuaciones y en las interacciones que establezca con las personas de su entorno,  pasando a conformar verdaderos ejemplos de vida para las quienes les siguen.

    1. EL PROFESOR COMO LIDER:

3.1       COMPETENCIAS Y FUNCIONES


            El ejercicio del liderazgo llevado al ámbito de la educación, se refiere al profesor como un profesional comprometido con su quehacer, que se preocupa por su formación permanente y por el desarrollo de nuevas habilidades en sí mismo, en sus alumnos y en sus pares,  que es innovador y proactivo y que comparte un objetivo común con sus estudiantes y con la institución, a la vez que es un modelo inspirador como persona y ciudadano.
            Sin embargo el ejercicio del liderazgo docente muchas veces queda relegado por una postura mucho más cómoda y menos riesgosa, de sumisión ante los poderes centrales, ciñéndose a las directrices emanadas desde los altos cargos, y de esta manera poder llevar a cabo la labor diaria sin invertir un mayor esfuerzo.
            El desafío para el profesor de enseñanza superior, debiera estar dirigido a estimular en sus alumnos la autosuficiencia, que es una potente herramienta que les permitirá adaptarse a los cambios de manera más efectiva, facilitando y habilitando en sus alumnos habilidades y aprendizajes  que según Jaap (1991, citado en Molinar y Velázquez, 2005. P.18) le servirán para:

Entender sus papeles en la organización y en la comunidad.
Participar en el establecimiento de objetivos individuales y de la institución con los cuales estén comprometidos.
Comprometerse a adquirir las actitudes, habilidades y aprendizajes que les permitan hacer una buena contribución.
Aceptar la responsabilidad de su propio aprendizaje individual y su desarrollo.
Desarrollar relaciones de autoaprendizaje.


3.2       EL PROFESOR UNIVERSITARIO COMO LÍDER DE SUS ALUMNOS.


            En la actualidad, las funciones del líder que más satisfacen a las necesidades de estos tiempos, son aquellas que implican mayormente a sus miembros en la toma de decisiones.
            La importancia del profesor como líder es indiscutible, considerando que sus acciones como tal serán claves para el  crecimiento de la organización y el logro de los objetivos, facilitando la innovación en los procesos,  la motivación de los individuos, en este caso los alumnos,  a través de la entrega de una visión clara de lo que se espera conseguir y  la promoción de la salud mental individual como una necesidad para lograr el equilibrio entre los  intereses individuales y los del grupo. Esto requiere de un permanente diálogo entre el docente y los alumnos de manera que le permita conocer los intereses y motivaciones de ellos para poder canalizarlos hacia los fines que él visualice como propicios y así desarrollar los objetivos tanto comunes como individuales. Este acercamiento es muy importante, debido a que en la enseñanza superior, el docente suele estar más distante del alumnado, que en la escuela primaria y secundaria, por lo que se precisa del disminuir esta distancia para poder ejercer la autoridad de manera hábil y sin llegar al autoritarismo. Para ello debe identificar aquellos elementos culturales propios del alumnado,  para poder moldearlos, sin que los cambios provoquen angustia o rechazo. Si el docente logra actuar con empatía, considerando los valores consensuados y ciñéndose a ellos en su actuar, potenciando las capacidades del alumnado para asegurarles crecimiento a nivel personal y como futuros profesionales, ciertamente logrará que los alumnos se identifiquen con mayor facilidad  con lo que él espera de ellos, asegurando una mayor garantía del éxito.
            Un profesor proactivo, es aquel que aporta a la educación a través de la innovación en los procesos, estrategias e investigación, transformando su entorno, descubriendo nuevas posibilidades para mejorar. Además un docente con estas habilidades, se transforma en un modelo para sus alumnos y puede fomentar en ellos la autonomía en la toma de decisiones fortaleciendo el sentido de responsabilidad,  libertad  y confianza, así como también el asumir y enfrentar las consecuencias de las determinaciones a las que  hayan optado, lo que sin duda producirá beneficios tanto en su vida personal como social.
            Por otra parte, el profesor debiera tener una clara visión del futuro que orienta y dirige sus actos, transmitiéndola  y contagiando a los demás, lo que genera entusiasmo y compromiso, en la medida en que las personas  han contribuido a construir esta visión, a la vez que  otorga un sentido de dirección a los actos de sus seguidores, canalizándolos  de una  mejor manera hacia las metas y por ende también se hace un uso más eficiente del tiempo. El profesor es quien debe orientar a sus alumnos y conducirlos primero a crear y luego a concretar la visión del futuro que ellos esperan, considerando también lo que  se les demanda por parte de la institución y desde sus entornos familiares, intentando reconciliarlas en una mirada con significados compartidos, por lo que debe ayudar a sus alumnos a identificar lo que los  mueve en sus actos tanto  en el plano  individual como en el colectivo.
            Otra pieza clave en el proceso de enseñanza y aprendizaje, es lograr ser un maestro capaz de mover voluntades en los alumnos, motivarlos hacia el aprendizaje, de tal manera que la necesidad de aprender trascienda el aula y la enseñanza formal. Para ello debe formular propuestas que los estudiantes consideren beneficiosas para su crecimiento personal y profesional y con posibilidades reales de ser alcanzadas.  En este sentido se debe tener en cuenta que existen distintos tipos de motivación según las causas que las generen, así tenemos la motivación intrínseca, cuando interviene factores internos de la persona, o  motivación extrínseca provocada por circunstancias externas al sujeto y la motivación trascendente, en que la acción es conducida  buscando beneficios más allá del plano individual, que beneficia a otras personas. En cualquiera de las tres opciones, el docente debiera dotar de sentido el proceso de formación de manera que los alumnos logren generar motivaciones hacia el aprendizaje a lo largo de toda su vida.

            Existen algunas necesidades que presenta el alumnado dentro del aula, que están relacionadas con la motivación hacia el aprendizaje y que conforman pautas significativas para el actuar del docente. De acuerdo a   Carlos Zarzar (1996, citado en Molinar y Velázquez 2005, p.65), algunos de los elementos que serían motivadores para los alumnos son:

Sentirse a gusto en el salón de clases, relacionado con un clima  agradable y de respeto en el cual el maestro cumple un importante papel propiciando un clima de colaboración y compañerismo.

Tener una relación cercana y de colaboración con el maestro, en la que el profesor demuestra una actitud apertura y de interés hacia sus alumnos, identificándolos por sus nombres lo que favorece una relación más personal en el aula, reconociendo en ellos su potencial de aprendizaje, estableciendo relaciones colaborativas.

Ser aceptados como son, aunque con la exigencia por mejorar con la ayuda del profesor.

Ser tratados como personas con dignidad, y ver que se reconocen  y respetan sus derechos.

Ser tomados en cuenta en la toma de decisiones que les incumben.

Ser tratados como personas inteligentes, maduras y capaces de aprender y de superarse.

Trabajar con una metodología activa y participativa, a través de metodologías basadas en el diálogo con el maestro y con sus pares, que favorecen el interés del  alumno pues se involucra en la construcción de su propio conocimiento.

Ir comprendiendo lo que se va tratando en clases, lo que aumenta sus grados de participación.

Poder expresar y aclarar sus dudas de forma adecuada.

Poder comprobar sus avances, individuales y grupales, y que sean reconocidos por el profesor, a través de la evaluación formativa.

Confirmar la aplicación práctica de los contenidos que se presentan en clases, a través de la aplicación de estrategias metodológicas innovadoras que permitan el desarrollo de la praxis.

Además de estos elementos, Molinar y Velázquez (2005) proponen otros:

Estar en un ambiente de igualdad y justicia.

Que se destaquen sus logros y aspectos positivos, lo que aumenta su autoestima.

Enfrentarse a problemas que desafíen su intelecto.

Obtener buenas calificaciones, el maestro debe asumir responsabilidades en los resultados que los alumnos obtienen en las evaluaciones, y analizarlas no sólo desde el punto de vista del aprendizaje sino también desde la metodología que se aplica en clases.

Desde mi punto de vista y de acuerdo con mi experiencia como docente universitaria, podría complementar estos listados con los siguientes elementos:

Contar con recursos que faciliten el aprendizaje y permitan el acceso a la ciencia y la tecnología.

Contar con un modelo de maestro que demuestre dominio de los temas tratados, que les facilite una visión integradora de los conocimientos incorporándolos a distintas ramas del saber.

Contar con cierto grado de flexibilidad en los diferentes procesos, acorde a los tiempos de cambios,  sin que esto llegue a ser una extralimitación hacia la improvisación y la inestabilidad, sino que más bien brinde al alumno modelos dinámicos de acción.

Recibir retroalimentación y feed back de los procesos de  evaluación, que permitan desarrollar estrategias metacognitivas, de reflexión y autocrítica.

Que se valoren sus creencias e ideologías, como un aspecto importante al formular propuestas e innovaciones educativas.

Contar con instancias de aprendizaje que promuevan el pensamiento crítico y transformador del entorno.



    1. EL LIDERAZGO DEL PROFESORADO UNIVERSITARIO Y EL PROCESO DE ENSEÑANZA  


4.1       LA ENSEÑANZA POR COMPETENCIAS EN EDUCACIÓN SUPERIOR.

            La amplitud de los ámbitos del conocimiento surgido como consecuencia de los avances científicos y tecnológicos, la diversificación de la oferta universitaria, el aumento de la competitividad, exigen de una mayor calidad de la enseñanza y una transformación de los procesos educativos que no pueden limitarse a una instrucción tradicional en cuanto a los saberes impartidos y los paradigmas hegemónicos con el que funcionaban las instituciones universitarias. Las nuevas exigencias educativas requieren el desarrollo de habilidades para ajustarse a los vertiginosos cambios científico-tecnológicos y sociales, es decir, la formación de personas capaces de transformar su entorno  y autotransformarse, manteniéndose como sistemas dinámicos,  abiertos y sinérgicos.
            Dentro de este escenario, la formación por competencias se ha constituido en uno de los ejes  centrales de la reforma universitaria, que permite  afrontar la enseñanza  de acuerdo a  las exigencias de la sociedad actual. Pese a las críticas que este enfoque  ha recibido, se vislumbra como una aproximación a las necesidades de la formación superior, constituyéndose en un movimiento que se ha extendido a los campos de la educación, la ingeniería, la administración de empresas, medicina, el arte, entre otras.
            Pero para continuar en este tema, primero debemos aclarar qué entendemos por competencias. De acuerdo a Zabalza, M. (2008, p.98) competencia es “el conjunto de conocimientos y habilidades que los sujetos necesitamos para desarrollar algún tipo de actividad: la capacidad para actuar eficazmente para alcanzar un objetivo”. Igualmente existen competencias de distinta complejidad o  que incluyen a subcompetencias. Por lo que en un plan de formación se debe considerar los niveles de graduación y progresividad con que se incorporarán las competencias.
            El cambio metodológico se propone como una alternativa a la tradicional orientación de la enseñanza, basada en el conocimiento, concebido como un conjunto de saberes disciplinares abstractos. El modelo por competencias supone la formación, orientada a la práctica tomando como punto de referencia el perfil profesional, constituyendo una aproximación más pragmática a lo que será su futura praxis en el campo laboral. Sin embargo, la formación por competencias debe evitar un exceso en la orientación hacia el mundo del empleo que la lleve a  una instrumentalización del conocimiento  y un tecnicismo exagerado reduciendo el sentido amplio y polivalente de la formación universitaria, que incluye también planteamientos de tipo axiológico y actitudinales, para que los alumnos no sólo aspiren a ser buenos técnicos, sino que también sean buenas personas. De acuerdo a Goodlad (1995, citado en Zabalza 2008 pp. 86-87) “La formación universitaria tiene que ser una formación que enriquezca a los sujetos en todos los ámbitos de su desarrollo: el personal, social, el intelectual y el práctico”, es decir la universidad debe ofrecer una formación que permita a los estudiantes proyectar sus conocimientos a la solución de problemas prácticos, abordando todas las dimensiones del desarrollo. Y es aquí en este punto, en que el liderazgo del docente cobra sentido y relevancia, en lo que conocemos como la “transferencia invisible”  (Zabalza,  2008 p. 86), que se refiere a lo que los alumnos ven en nosotros como docentes universitarios, más allá de los conocimientos que transferimos explícitamente, sino que muchas veces lo más importante para ellos es nuestro propio actuar profesional y como personas. En la praxis un docente va modelando algunas conductas que reflejan su capacidad de adaptación a  distintos entornos, situaciones y personas, las  habilidades comunicativas y sociales, el grado de flexibilidad, de autonomía, de capacidad crítica y analítica, la creatividad, la actitud reflexiva, democrática y autocrítica, aspectos emocionales relacionados con la autoestima, actitudes y seguridad, la consolidación valórica y ética, entre muchas otros aspectos de los cuáles pocas veces, como maestros, estamos conscientes al transmitirlos. En este ámbito, la transversalidad es un tema de suma relevancia, al cual no se le otorga el valor que debiera merecer  en la formación integral de los estudiantes y en su papel como transformadores de la sociedad. El currículum y las  metodologías universitarias,  adolecen de la presencia de habilidades de orden transversal, las cuales tampoco son consideradas en los procesos de evaluación, lo cual de alguna manera las relega a un segundo plano, en contraposición a las habilidades referidas a conocimientos técnicos e instrumentales.
            El cambio metodológico propuesto, requiere además de las modificaciones en el diseño y la evaluación curricular, un cambio en las metodologías que apunten hacia un modelo de aprendizaje activo, lo cual viene siendo un discurso que lleva años, sin lograr mejoras en este sentido.  Para que exista la participación del alumnado, debe existir un alto nivel de empatía y confianza, se precisa de una convicción genuina por parte del maestro respecto a las capacidades que él reconoce en sus estudiantes y a las expectativas que se forma de sus aprendizajes, lo cual no sólo se transmite de manera consciente, sino que muchas de nuestras percepciones de los demás son manifestadas inconscientemente a través de la comunicación no verbal, en nuestro lenguaje gestual,  postura corporal, la entonación e inflexión de la voz, el contacto visual, las oportunidades de participación, el tiempo que se le otorga en la atención a un alumno, y por otro lado están los mensajes verbales que transmitimos día a día en el aula, ya sea explícita como implícitamente.
            Esta nueva concepción comunicativa de la educación superior, basada en el diálogo igualitario y democrático, considera las interacciones sociales  como  un factor clave en el aprendizaje dentro del aula. Pero el promover el diálogo en el salón no sólo quiere decir que el maestro otorga la palabra al alumno durante la clase, sino que exige el compromiso de una participación activa en el logro de objetivos y en la realización de diversos proyectos, compartiendo responsabilidades, promoviendo un sentido de pertenencia respecto a las metas planteadas para el grupo. Por otra parte, las metodologías que favorecen las interacciones en el alumnado generalmente están basadas en modalidades de trabajo en equipo, las cuáles no sólo consisten en sentar a los alumnos en círculo o conformando grupos de trabajo, sino que requiere el planteamiento de una situación que genere metas en común, con asignación de roles y funciones entre los integrantes entre los cuales también comenzarán a aparecer los que asumen como líderes, y que exigirá formas de organización internas de los equipos para el cumplimiento de la tarea encomendada. Sin embargo, no todos los equipos de trabajo obtienen buenos resultados, por lo cual las competencias necesarias para obtenerlos también pueden aprenderse.
            Si bien las propuestas metodológicas planteadas basadas en el aprendizaje por competencias, el trabajo colaborativo, el diálogo y la participación, son una propuesta innovadora al sistema tradicional de educación superior y  responden  a las necesidades del alumnado actual, nos encontramos con múltiples barreras para su implantación, las que van desde barreras de infraestructura, mobiliario, recursos, políticas de gestión y organizativas, a la más resistente e influyentes de todas: El papel del profesorado. Ya que muchas pueden ser las buenas intenciones, basadas en serias y costosas investigaciones, así como también el dinero que se inyecte para generar los cambios, la implementación tecnológica,  las horas en que los intelectuales discutan para acordar políticas de mejora en la educación superior, transformaciones en los modelos de gestión y en las estructuras organizacionales de las universidades, y todo tipo de propuestas conformarán sólo un cúmulo de páginas escritas,  si el principal agente promotor de estos cambios continúa manteniendo el carácter conservador,  con una fuerte tradición universitaria, cuya mentalidad mantiene la postura del profesor universitario poseedor y transmisor de conocimiento, que a la vez le otorga cierto status y jerarquía dentro de la organización que lo aleja de las interacciones con el alumnado, situándolo en una relación de poder unidireccional, cuya modalidad de trabajo se caracteriza por fomentar el trabajo individual y competitivo. Este triste panorama, se repite en muchas universidades, tanto en los niveles de grado como de post grado, en las que las enseñanza se limita a dictar una clase magistral tipo conferencia, con un abuso excesivo del power point, con la mínima participación e interacción del alumnado, en las que la expresión y producción del alumno se limita  la realización de trabajos autónomos, algunos trabajos de laboratorio, trabajos en grupo (no en equipos de trabajo), la mayoría sin monitoreo y algún maestro dispuesto a brindar horas de apoyo en su oficina a los pocos alumnos que presentan interés por acudir. Y peor aún, si a este desolador escenario le sumamos el siguiente ejemplo, tomado de una experiencia real, basado en una charla en que un docente de magisterio, que ocupando el espacio físico en el centro de la clase, le plantea a sus alumnos de la carrera de  pedagogía, utilizando  un discurso vacío sin resonancia, de la forma  “cómo ellos deben abordar la educación de sus futuros alumnos cuando se enfrenten al campo laboral, utilizando estrategias innovadoras de participación activa, basado en el aprendizaje competencial y colaborativo”. La reflexión ante esta triste experiencia real, que sin duda se repite en más aulas de lo que imaginamos, debiera generarnos entre  muchas, las inquietudes acerca de ¿Cuál sería entonces el momento para comenzar con este cambio? o ¿Es acaso un discurso adornado y prometedor, que se transmite como un círculo vicioso de generación en generación? ¿Desde dónde debiera obtener el alumnado las experiencias para llevar a la práctica este discurso?. Sin duda una serie de preguntas, por ahora con muchas respuestas que provienen de todos lados, menos desde dónde debieran ser generadas, ejemplificadas  y comprobadas.

  • FORMACION DEL PROFESOR UNIVERSITARIO COMO LIDER.

            La formación del profesorado es un tema central para abordar los procesos de cambio que estamos viviendo, pues es en la praxis del docente donde se encuentra uno de los principales problemas para implementar las reformas de la educación universitaria. Lo que se busca es lograr la implicación de los profesionales de la educación, para alcanzar la excelencia docente a través del uso de estrategias y metodologías que mejoren el aprendizaje de los alumnos, así como también que provoquen  un cambio en cuanto a la renovación de sus creencias pedagógicas, sobre todo en aquellas que estancan los procesos de mejora.  Sin embargo, en la cultura universitaria existe la creencia de que el profesor universitario, por el solo hecho de ser  especialista en la disciplina que enseña, no necesita de otras competencias para transmitir este conocimiento a sus alumnos, y pasa a conformar parte del staff de “sabios oficiales” (García, C. 2006 p. 28).
            García (2006) propone que en la formación del profesorado, se precisa contar con un sistema de formación institucionalizado, que brinde una formación “flexible, continua, diversa, transparente, integrada, racional, comprometida con los cambios y la excelencia” (28), que propicien el justo equilibrio de las exigencias entre la docencia y la investigación, respetando la igualdad de oportunidades profesionales, y propone además el establecimiento de un “estatuto del profesorado universitario” que haga posible lograr este equilibrio.
            Enfocándonos en lo que respecta al perfil del docente universitario, los distintos agentes del sistema universitario, plantean la necesidad de que los profesores universitarios asuman la profesionalización de la docencia, con responsabilidad y eficacia, considerando algunos aspectos fundamentales que debieran conformar el perfil del profesor, como una persona consciente del liderazgo que ejerce y de sus repercusiones en la vida de los estudiantes, como un profesional capaz de reflexionar, con una postura crítica y de apertura a los cambios, con competencias para desarrollar un trabajo en equipo y colaborativamente, que logre diseñar la enseñanza considerando los factores que intervienen en los procesos de aprendizaje, es decir que aplique la didáctica a la disciplina que enseña, recuperar el sentido ético de la profesión docente que implica el compromiso y la responsabilidad ante su labor, en el sentido más amplio, asumiendo el compromiso social que tiene la tarea de ser “formador”, para lo cual requiere estar en permanente formación que le permitan actualizar constantemente conocimientos y prácticas, para ajustarse flexiblemente a las demandas del momento.




  • REFLEXIONES FINALES

            Las temáticas planteadas en este artículo, pretenden ser de utilidad para los profesores que tenemos la compleja y gran misión de formar a los futuros profesionales de la generación que conformará el futuro. A través de las temáticas planteadas, he pretendido generar una instancia de reflexión acerca de nuestro rol no sólo como docentes sino que cómo personas que ejercemos un liderazgo para muchas generaciones que pasan por nuestras aulas, y para las cuales conformamos modelos de vida cuya trascendencia en el tiempo tal vez ni siquiera logramos dimensionar. Para imaginar la magnitud de este impacto, tan sólo debemos realizar una mirada retrospectiva hacia los momentos en que éramos alumnas y alumnos y recordar a aquellos maestros que dejaron una impronta positiva en nuestras vidas, cuyas enseñanzas traspasaron las dimensiones espaciales y temporales del aula y de nuestras diversas etapas de vida. Ciertamente, la mayoría de los docentes que recordemos en este ejercicio mental ejercieron con liderazgo su práctica docente, y podríamos reconocer en ellos ciertas cualidades que aún nos permiten considerarlos como tal y que nos hacen recordarlos con admiración, respeto  y cariño, aunque también puede ocurrir lo contrario, que hayan existido maestros que ejercieron un liderazgo negativo, para los cuales, el hecho de recordarlos  nos evocará desagradables sensaciones y malos recuerdos.
            Lo que se plantea es la urgente necesidad de  generar la conciencia en el docente universitario, acerca de la relevancia que tiene para su función, el hecho de que se conciba como el líder que es y despliegue todas las herramientas que le otorga este papel, en beneficio de su práctica docente y de la mejora de la enseñanza de la educación superior. Las generaciones futuras lo demandan a diario en los salones de clases, pero pareciera ser que los docentes no se han dado cuenta de que tienen la llave del cambio en sus manos. Con todo esto, no es mi intención recargar al profesorado de unas responsabilidades que son compartidas entre las Instituciones Universitarias, los Estados y el Mercado Empresarial, sino que simplemente llamarlos a que consideren el papel que tienen como gestores de la acción diaria de la enseñanza del alumnado y asuman su grado de responsabilidad en la falta de compromiso que hasta ahora han presentado y que de alguna manera mantiene al sistema en una especie de letargo que se refleja en la práctica de estrategias  anquilosadas por años que repiten el tradicional sistema hegemónico y  rígido de enseñanza de  siglos atrás. Debemos repensar el rol del docente superando las relaciones de poder por relaciones en que establezca un liderazgo que no sólo promueva su compromiso con el alumnado, sino con el sistema educativo y la sociedad en general.
            Si nos detenemos a pensar, la educación es una de las pocas profesiones, en que los fracasos en el desempeño son atribuidos  como responsabilidad de otros. Por eso, para poder repensar nuestra labor docente, necesitamos primero tomar conciencia de la problemática para luego reflexionar acerca de nuestros roles y obligaciones respecto a ésta y plantearnos hasta qué punto estamos siendo líderes dentro de nuestras aulas, partiendo por un autoanálisis como personas considerando el liderazgo que ejercemos primero en nosotros mismos, revisar nuestros grados de satisfacción e insatisfacción ante lo que somos, y la manera en cómo estamos viviendo nuestra propia vida, para poder recién pensar en plantear visiones y modelos a seguir a nuestro alumnado.
            Finalmente otorgarle el valor que  merece, el ejercicio del liderazgo en nuestro quehacer, sin perder nunca la visión de que los estudiantes de hoy, serán los líderes del mañana.

 



REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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REFERENCIAS DE PAGINAS ELECTRONICAS:
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