La deprivación sociocultural, es entendida como la falta de los estímulos sociales necesarios para lograr el desarrollo integral del individuo y una óptima socialización, poniéndolo en desventaja en cuanto a sus procesos de aprendizaje, debido a que sus posibilidades de interacción con el entorno se ven disminuidas tanto en calidad como en cantidad, principalmente por presentar condiciones de pobreza y que por lo mismo presentan una importante privación en cuanto a los accesos de la cultura predominante que los limita en temas como la participación, las condiciones de vida, las interacciones sociales, provocando autoexclusión, sentimientos de inferioridad, un retraso en el desarrollo en general y fracaso escolar.
Dentro de estos colectivos de personas, encontramos también una notable diferencia en los aspectos lingüísticos, pues los códigos comunicativos que se comparten son generalmente muy restringidos, lo que mantiene el cúmulo de restricciones que impide cortar con el círculo de la pobreza.
Conscientes de las graves consecuencias socioeducativas que la pobreza acarrea, es que se han desarrollado múltiples estrategias en los distintos países, para prevenir y abordar tempranamente los casos que se presentan en situación de riesgo, de manera de estimular y otorgar las herramientas necesarias tempranamente, para que esta situación no afecte el desarrollo de los individuos. Ciertamente el éxito de estos programas dependerá de varios factores, como la capacidad intelectual de los sujetos, el grado de deterioro sufrido, la duración del programa, la eficiencia de quienes ejecuten el programa, entre otros, , por lo que no se puede realizar un pronóstico a priori de los resultados que se obtendrán.
EL LENGUAJE Y LA EVALUACION.
Uno de los aspectos que se presenta desfavorecido en el desarrollo, en aquellos individuos que viven en desventajas socioculturales, es el lenguaje, debido a que éste depende directamente de los sistemas de relaciones sociales que se establecen, por lo que los códigos lingüísticos que desarrollan les impide apropiarse eficientemente de los aprendizajes impartidos bajo los elaborados códigos lingüísticos que se comparten en el contexto escolar, lo que marca una importante brecha entre el conocimiento impartido en la escuela y el que se transmite en el hogar o en su vida cotidiana.
En el proceso de evaluación, el tema del lenguaje adquiere una gran relevancia, “ante la omnipresencia de la evaluación del lenguaje en muchas esferas de la actuación humana” (Cummins, 2002, p: 132), y si además consideramos que es a través de las competencias lingüísticas, que se evalúan la mayoría de los aprendizajes adquiridos en las distintas áreas curriculares. Por lo que es muy importante, al momento de elaborar un instrumento de evaluación, durante su aplicación y posteriormente en el análisis de la información recolectada a través de éstos, se tenga en cuenta el aspecto lingüístico, para garantizar la validez de la evaluación. Con esto no quiero decir que se disminuyan las exigencias para aquellos alumnos que presentan desventajas socioculturales en las evaluaciones, sino que quienes estamos relacionados con los procesos de enseñanza aprendizaje, no debemos olvidar este importante factor cultural que puede constituir un sesgo importante en los instrumentos que elaboremos, con las sucesivas consecuencias a nivel de resultados y de las futuras decisiones que se tomen a partir de ellos. Por lo cual, podemos considerar algunas estrategias señaladas por diversos autores, que nos orientan respecto al tema:
- Al momento de diseñar el instrumento, tener muy claro el objetivo de la evaluación.
- Quien diseña los instrumentos de evaluación debiera tener un cierto grado de conocimiento del alumnado a quién se aplicará,
- Valorar la evaluación auténtica como una herramienta que otorga posibilidades de evaluación utilizando distintos códigos, que permita a los educandos demostrar lo aprendido a través de opciones que no necesariamente impliquen una prueba de papel y lápiz.
- En la aplicación del instrumento, corroborar que las instrucciones han sido comprendidas totalmente por los alumnos antes de contestar.
- Contar con más de un instrumento para evaluar un mismo aprendizaje en diferentes instancias.
- Incluir siempre un ejemplo que clarifique la forma en cómo se espera que se responda un ítem determinado, lo que aumenta los niveles de autonomía del alumnado.
- Elaborar previamente una pauta de corrección de los instrumentos, de manera de clarificar los aspectos que se considerarán en la evaluación.
- Considerar la posibilidad de constatar una respuesta en caso de que un alumno no la haya contestado en el instrumento y comprobar que no se debe a problemas de comprensión de las instrucciones.
- Ante una examinación de carácter estandarizada, considerar la influencia de los factores contextuales y su influencia en los criterios de validez, en el análisis de los resultados, y no centrarse únicamente en los aspectos cuantitativos.
- El sentido que la evaluación tenga para el alumno, determinará en gran parte el nivel de desempeño que éste tenga, por lo que es importante la motivación y aclaración inicial de los objetivos de la evaluación, el uso que se haga de los resultados, el feed back que se otorgue por parte del evaluador.
Como conclusión, los profesionales de la educación, que estamos ligados a los procesos de evaluación, debiéramos poseer cierto conocimiento y competencias respecto al tema y manejar diversas técnicas, conscientes de las utilidades y limitaciones de cada una, y poder adaptarlas a situaciones concretas que nos permitan recoger variada información respecto al aprendizaje de nuestros alumnos, que pueda ser utilizada eficientemente para mejorar la labor educativa y no perder de vista el enorme poder que posee cualquier sistema de evaluación, el cual está relacionado con los usos o “malos usos” que los evaluadores hagamos de los resultados y que en el caso de aquellos alumnos que presentan un importante riesgo social, puede transformarse en un potente facilitador de procesos de exclusión y deserción escolar. Es importante destacar que no es la intención el promover la deprivación sociocultural del alumnado como una justificación ante los bajos resultados que se puedan obtener en una evaluación, sino que considerar cómo estos factores interfieren en los procesos evaluativos y poder minimizarlos para evitar los efectos negativos que puedan tener en los resultados de las evaluaciones, así como también deben estar presentes en los análisis de éstos, de manera de tenerlos identificados previamente y evitar que contaminen la lectura que se haga con los datos obtenidos.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Cummins, J. (2002) Lenguaje, poder y pedagogía. Madrid: Morata.
Gómez, L. (Noviembre, 2001) Privilegio, reconocimiento y evaluación de lenguaje: una mirada a los códigos sociolingüísticos en la cultura escolar. Revista electrónica de estudios filológicos. Recuperado el 22 de marzo del 2011 de:
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